“Lo que resulta sorprendente es que el ADN, la molécula central de la vida, y el I Ching, uno de los libros de sabiduría por excelencia, presentan grandes homologías en cuanto a su estructura (Gunther Stent, 1969; Martin Schönberger, 1979; Johnson Faa Yan, 1991)”.
El objetivo de la primera parte de este artículo es resumir en qué consisten dichas homologías, para lo cual será necesario describir brevemente tanto la estructura del ADN como la del I Ching.
por Iñaki Martín Subero
En 1953, los científicos James Watson y Francis Crick determinaron la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN), que representa el agente físico portador de la herencia genética que se transmite de padres a hijos. A principios de la década de los 60, la manera mediante la cual el ADN almacena información fue descodificada dando lugar al código genético. Milenios antes del nacimiento de la genética molecular y la ciencia moderna, un sabio legendario de la china prehistórica, llamado Fuhsi, desarrolló un código basado en símbolos lineales para explicar las leyes que rigen la consciencia.
Lo que resulta sorprendente es que el ADN, la molécula central de la vida, y el I Ching, uno de los libros de sabiduría por excelencia, presentan grandes homologías en cuanto a su estructura (Gunther Stent, 1969; Martin Schönberger, 1979; Johnson Faa Yan, 1991). El objetivo de la primera parte de este artículo es resumir en qué consisten dichas homologías, para lo cual será necesario describir brevemente tanto la estructura del ADN como del I Ching.
A pesar de la similitud estructural entre el ADN y el I Ching, hay un aspecto de gran importancia que diferencia a ambos en cuanto a su dinámica de funcionamiento. La literatura científica expone que el ADN es una molécula muy estable, apenas sujeta a modificaciones, y por eso es la encargada de transmitir la información de padres a hijos de manera fiable. Por otro lado, la esencia del I Ching es el concepto del cambio, de que todo está en continuo movimiento, de hecho, es también conocido como “el Libro de las Mutaciones” (Richard Wilhelm, 1977). Durante los últimos años, una nueva rama de la genética llamada epigenética está revolucionando la forma de entender el funcionamiento del ADN. La esencia de la epigenética, al contrario que la del ADN, es el cambio, y de hecho aporta dinamismo a la información contenida en el ADN. Por lo tanto, es posible que la epigenética represente un puente de unión entre el funcionamiento del ADN y del I Ching. La segunda parte del artículo tratará sobre la epigenética, y su relación con el I Ching y el concepto del karma.
1. PARALELISMOS ENTRE EL ADN Y EL I CHING: ESTRUCTURA, COMPOSICIÓN Y FUNCIÓN DEL ADN
El ADN es el material hereditario presente en todos los seres vivos (con la excepción de algunos tipos de virus) que se encargan de transmitir la información genética entre los progenitores y su descendencia. El ADN se localiza en el núcleo de las células y está formado por dos hebras compuestas de múltiples unidades encadenadas, llamadas nucleótidos, que se enrollan entre sí formando una doble hélice (Figura 1A).
Estos nucleótidos se componen a su vez de tres compuestos químicos: una pentosa llamada desoxirribosa, un grupo fosfato y una base nitrogenada. Los dos primeros componentes se mantienen fijos mientras que las bases nitrogenadas son variables y se encargan de almacenar la información del ADN. Existen dos tipos de bases nitrogendas, las púricas y las pirimidínicas, que a su vez se dividen en dos subtipos en el ADN: la adenina (A) y la guanina (G) son bases púricas, y la citosina (C) y la timina (T) son pirimidínicas. Las dos hebras del ADN son complementarias, ya que la A de una de las hebras se une siempre con la T de la hebra opuesta, y la G se une con la C. Cada par A-T o G-C se denomina “par de bases”, y el apareamiento entre A y T tiene lugar mediante dos enlaces químicos (llamados enlaces de hidrógeno), y entre G y C mediante tres enlaces (Figura 1B). Así, las letras A, G, C y T, representan el abecedario del cual se compone el lenguaje del ADN.
El ADN completo de tan solo una célula de nuestro cuerpo, también llamado genoma, contiene unos 3 mil millones de letras, que servirían por ejemplo para llenar una enciclopedia de 600 volúmenes de 1.000 páginas. Esta enciclopedia se replica en cada división celular, de manera que cada célula hija tiene la misma dotación genética que la célula madre. El ADN está altamente compactado en el núcleo celular (Figura 2), y se distribuye en 46 cromosomas (22 pares de cromosomas autosómicos y 2 cromosomas sexuales, llamados XX en mujeres y XY en hombres). Para hacernos una idea de su grado de compactación, si estirásemos el ADN de tan solo una célula, mediría aproximadamente 1.8 metros.
Pero ¿cuál es el significado de la enciclopedia del ADN? La secuencia del ADN contiene unidades básicas con significado llamadas genes. Así, un gen constituye la unidad física de la herencia y contiene la información necesaria para crear una proteína, que lleva a cabo una determinada función celular.
Hoy día se considera que tenemos unos 20.000-24.000 genes, que representan la parte codificante del genoma humano y constituyen aproximadamente el 2% del genoma completo. Esto implica que el 98% restante no contiene genes o unidades básicas de información. En la década de los 80, el término “ADN basura” se puso de moda para designar ese alto porcentaje del genoma sin genes ni significado aparente, y que se consideraba un producto de deshecho del proceso evolutivo. Durante los últimos años, el ADN basura ha pasado a la historia como un término desafortunado, y se ha reemplazado por el de ADN no codificante, es decir, un ADN que no codifica ninguna proteína, pero que puede cumplir otras funciones. De hecho, los últimos descubrimientos indican que el ADN no codificante está implicado en múltiples funciones reguladoras y posiblemente en otras muchas funciones desconocidas hasta la fecha (W. Watt. Gibbs, 2004a). El mecanismo molecular mediante el cual la información de un gen es descifrada para dar lugar a una proteína se basa en varios procesos celulares complejos que constituyen el dogma central de la genética molecular (Figura 3).
El ADN se transcribe a ARNm (ácido ribonucleico mensajero), en el núcleo de la célula. El ARNm tiene una secuencia idéntica a una de las dos hebras de ADN (llamada positiva o sentido), pero en vez de timina contiene uracilo (U), y se compone por lo tanto de A, U, G y C. Este ARNm transporta el mensaje del ADN desde el núcleo al citoplasma de la célula, donde la secuencia de nucleótidos se traduce a través de un proceso que incluye otro tipo de ARN, llamado ARNt (o de transferencia), y los ribosomas (un complejo intracelular compuesto de proteínas ribosomales y ARN ribosomal). En este proceso, tres nucleótidos del ARNm (llamados triplete o codón) se emparejan con tres nucleótidos complementarios del ARNt (llamados anticodón). Cada ARNt contiene un determinado codón y se asocia o bien, a un aminoácido concreto (o unidad básica para sintetizar una proteína) o bien, a una señal terminación de la síntesis proteica.
La clave de todo este proceso se encuentra en el código genético, que contiene la lista de correspondencias entre codones y aminoácidos o señales de terminación. De esta manera, la información del ARNm es leída linealmente por el ARNt dentro de un ribosoma para crear una cadena de aminoácidos que darán lugar a una proteína funcional, por ejemplo, una enzima. Los 4 tipos de nucleótidos se asocian en unidades de tres en el proceso de descodificación, y por lo tanto existen 4x4x4 = 64 combinaciones (o codones) diferentes. El código genético presenta cierta redundancia, ya que como las proteínas se componen de 20 tipos de aminoácidos distintos, hay aminoácidos que son codificados por más de un codón.
Glosarios de términos genéticos en internet:
http://www.genome.gov/sglossary.cfm
http://www.geocities.com/CollegePark/DataMgr/7835/hglaes2n.html
El objetivo de esta descripción de los fundamentos de la genética es crear las bases para una mejor comprensión de las homologías entre el ADN y el I Ching, cuya estructura será brevemente descrita a continuación.
ESTRUCTURA BÁSICA DEL I CHING
El I Ching es quizás el texto clásico más relevante que la filosofía china ha legado a la humanidad. El sistema de símbolos lineales del I Ching fue desarrollado por el legendario Fuhsi y se considera que tuvo su origen hace unos 5.000 años en la China prehistórica. La idea principal expuesta en el I Ching es el concepto del cambio, de que la realidad está en constante movimiento. De hecho, sugiere maneras para relacionarse con el cambio y fluir con él. Aunque el I Ching es convencionalmente utilizado como oráculo para predecir el destino, representa además un libro de sabiduría y un manual para la evolución de la consciencia.
El sistema expuesto en el I Ching está compuesto de 64 configuraciones diferentes de 6 líneas llamadas hexagramas, que representan diferentes situaciones vitales. Cada línea puede ser yin (representada por línea partida) o yang (línea continua). Además, cada línea yin o yang puede ser estable o móvil, lo que da lugar a los 4 tipos de líneas posibles. Así, el lenguaje del I Ching se compone de 4 unidades: yin estable, yin móvil, yang estable y yang móvil, que se representan respectivamente con los números rituales 8, 6, 7 y 9. La combinación de tres líneas yin o yang da lugar a 8 trigramas diferentes, que representan 8 actitudes básicas para trabajar con las energías yin y yang.
Finalmente, la combinación de seis líneas, o dos trigramas, da lugar a cada uno de los 64 hexagramas posibles. Cada hexagrama tiene un nombre y texto asociado, y representa una determinada situación. El método más aceptado para la lectura de los hexagramas se basa en un análisis a varios niveles: del conjunto, de los trigramas externos e internos, y de las líneas individuales, con especial énfasis en las líneas móviles. El alcance del sistema descrito en el I Ching es ciertamente amplio y difícil de clasificar. La aplicación más difundida del I Ching es su utilización como oráculo para predecir el destino, tanto de asuntos mundanos como profundos. Sin embargo, a nivel interno, el I Ching representa la base del trabajo energético que nutre las prácticas de meditación taoísta. La meditación es su vez la base de muchas disciplinas de origen chino, por ejemplo, del Chi Kung, del Tai Chi, el Feng Shui, el masaje, la acupuntura, etc. Además, científicos modernos que han tenido acceso a la filosofía del I Ching han descubierto paralelismos fascinantes entre el I Ching y las matemáticas, la física moderna y la genética, lo cual sugiere que el I Ching tiene un carácter universal.
PARALELISMOS ENTRE ADN Y EL I CHING
Una vez expuestas la composición y estructura del ADN y del I Ching, resulta más sencillo comprender las homologías entre ambos sistemas, que se resumen en la siguiente tabla.
Tabla 1. Lista de homologías básicas entre el ADN y el I Ching. |ADN|I Ching| |El ADN contiene la información necesaria para explicar la dinámica del funcionamiento (metabolismo) celular.|El I Ching contiene la información necesaria para explicar la dinámica de la consciencia.| |Basado en dos hebras, sentido (positiva) y anti sentido (negativa).|Basado en dos líneas, yang (positiva) y yin (negativa).| |Se compone de dos tipos de compuestos químicos que a su vez se dividen en dos subcompuestos danto lugar a los 4 componentes básicos (nucleótidos) del ADN: A/G y T/C.|Se compone de dos tipos de líneas, yin y yang, que a su vez pueden ser estables o móviles, lo que da lugar a cuatro posibilidades: yang-estable/yang-móvil y yin-estable/yin-móvil.| |A, G, C y T se unen en grupos de tres para formar codones (o tripletes), que contienen la información necesaria para la síntesis de proteínas.|Las cuatro líneas posibles se unen en grupos de tres para formar trigramas o actitudes.| |Los nucleótidos de una hebra se unen con los de la hebra complementaria mediante dos o tres enlaces químicos, de manera que un determinado triplete contiene 6, 7, 8 o 9 enlaces.|Los números rituales para los cuatro tipos de líneas del I Ching son: 6 para yin cambiante, 7 para yang-estable, 8 para yin-estable y 9 para yang-cambiante.| |Existen 64 combinaciones de tres nucleótidos (codones).|Existen 64 hexagramas.||
El trabajo pionero de Martin Schönberger (1979) y más tarde de Johnson Faa Yan (1991) sobre las homologías entre el ADN/código genético y el I Ching se basa principalmente en el análisis de los digramas:
Estos dos estudios comparativos asignan uno de los 4 digramas a uno de los cuatro nucleótidos, pero utilizan correspondencias diferentes:
Sin embargo, el método comúnmente aceptado por los investigadores del I Ching para interpretar los hexagramas no se basa en los digramas sino principalmente en la lectura de los trigramas y las líneas individuales. Esto crea una discrepancia entre el ADN y el I Ching que Johnson F. Yan soluciona de manera poco ortodoxa y altamente especulativa (como el mismo aclara en la p.59 de su libro). Este autor propone la lectura de los digramas para entender el significado de un determinado hexagrama, y argumenta que no es infrecuente encontrar textos de origen chino que interpretan el I Ching de una manera similar.
Utilizando los métodos de transcripción de Schönberger y Yan, uno de los 64 codones (es decir, una combinación de tres nucleótidos) equivale a uno de los 64 hexagramas (visto como combinación de tres digramas). Ante la pregunta de con qué ejemplo se han de ilustrar los dos métodos de transcripción en este artículo, el I Ching sugiere el hexagrama 33 (Tun, la retirada). Curiosamente, este hexagrama corresponde según Schönberger al codón UAA, que no codifica ningún aminoácido sino una señal de terminación de la síntesis proteica, y según Yan al codón AGG, que codifica el aminoácido Arginina. En este caso concreto, el método de transcripción de Schönberger refleja una sincronía entre el significado celular de una señal de terminación –parada de la actividad de síntesis de una proteína- y el periodo de parada de la actividad mundana reflejado en el hexagrama 33, pero no así el método de Yan.
Esta sincronía representa un ejemplo de que el alcance del I Ching es universal, y que podría ser aplicable también en la esfera del micro universo celular. Sin embargo, si se estudian uno a uno los paralelismos hexagrama-codón según el método de Schönberger, hay varias equivalencias con sentido, pero también muchas otras que no tienen lógica aparente. Por un lado, esto podría indicar que el conocimiento actual de la dinámica celular es limitado y, por otro lado, que el I Ching no se somete al estudio racional, y tiene una profundidad más allá de la lógica. Aunque los trabajos de Schönberger y Yan son ciertamente originales, el método deductivo racional juega una papel predominante en el desarrollo de estos estudios. Es como si una vez descubiertas las homologías iniciales en algún momento de lucidez, el entusiasmo y la inquietud intelectual se resistiesen a aceptar que también pueden existir discrepancias, y buscasen formas lógicas de encontrar una identidad al 100% en todos los aspectos y a todos los niveles.
Si se tienen en cuenta que el ADN y el código genético fueron descubiertos mediante el método científico experimental (o ciencia externa) a mediados del siglo 20 y el I Ching mediante la meditación profunda (o ciencia interna) hace miles de años, no es una sorpresa que aparentemente también existan diferencias entre ambos. La estructura deI Ching se podría considerar como el reflejo de una conciencia arquetípica anterior a la vida física, que muestra el camino de la evolución. Según la ciencia de la evolución física, hace aproximadamente 3,5 millones de años la tierra contenía un sopa primordial de moléculas simples. Entonces, las moléculas comenzaron a organizarse, posiblemente siguiendo el patrón o la idea arquetípica divina, para dar lugar a moléculas más complejas que evolucionaron hasta crear la estructura del ADN, la molécula central de la vida. Si se contempla este punto de vista, los paralelismos entre el I Ching y el ADN dejan de ser una sorpresa, o una curiosidad, para convertirse en un reflejo del génesis como un flujo de información entre el mundo sutil y el mundo físico.
2. LA EPIGENÉTICA, EL KARMA Y EL I CHING
LA EPIGENÉTICA DESDE UN PUNTO DE VISTA CIENTÍFICO
Durante varias décadas de investigación biológica se ha considerado que la secuencia del ADN era la única encargada de transmitir la herencia genética de padres a hijos. Sin embargo, durante los últimos años, el descubrimiento de la epigenética está haciendo reconsiderar este dogma científico, cambiando a su vez la forma en que los genetistas piensan sobre los mecanismos de la herencia. El término “epigenética” significa literalmente “por encima de la genética” y se utiliza hoy día para definir el conjunto de modificaciones en el ADN que alteran la expresión génica sin alterar la secuencia del ADN. En otras palabras, la epigenética explica cómo la información contenida en el ADN, o su potencial, se manifiesta o se silencia.
El ADN no se encuentra desnudo en el núcleo de la célula, sino que se asocia con unas proteínas llamadas histonas para formar una sustancia denominada cromatina. La epigenética consiste en el conjunto de modificaciones químicas del ADN y de las histonas, que alteran la estructura de la cromatina sin cambiar la secuencia de nucleótidos. Así, la cromatina puede estar condensada como una maraña apretada de hebras de ADN, o relajada, donde las hebras de ADN están sueltas. Existen varios tipos de modificaciones conocidas hasta la fecha dependiendo del tipo de compuesto químico que se une al ADN o a las histonas: la metilación tanto de ADN como de histonas, y la acetilación, la fosforilación y la ubiquitinización de histonas. Estas modificaciones tienen una gran influencia en la estructura de la cromatina y la expresión de los genes: si la cromatina esta condensada, la maquinaria que favorece la expresión génica no tiene acceso al ADN y por lo tanto la información no se manifiesta. En cambio, si la cromatina está suelta, los genes se pueden expresar si el metabolismo celular así lo requiere; en otras palabras, el potencial del ADN se puede expresar si es necesario (Figura 4).
Figura 4. Esquema simplificado de la relación entre la estructura de la cromatina y la expresión génica. Cuando la cromatina está condensada, la información del ADN no se puede expresar. En cambio, cuando la cromatina está abierta, la información se expresa en forma de ARNm y proteína.
En comparación con la secuencia del ADN, que se mantiene relativamente estable entre generaciones, los cambios epigenéticos son muy dinámicos, y aportan fluidez a la información contenida en el genoma. Descubrimientos recientes indican que los patrones epigenéticos del genoma se modifican en respuesta a diversos factores, como por ejemplo el envejecimiento, las infecciones virales y la dieta. En términos más amplios, se podría decir que la epigenética explica la manera en la que nuestro genoma responde ante factores internos (o metabólicos) y externos (o ambientales) y cómo los integra.
Un aspecto importante de la epigenética, pero poco estudiado, es la posibilidad de que algunas de las modificaciones epigenéticas que ocurren durante la vida de un individuo también afecten a las células germinales (óvulos y espermatozoides), y por lo tanto sean transmitidas a su descendencia. Además, se ha demostrado que los patrones epigenéticos de un bebé en estado prenatal se ven modificados por la dieta y el comportamiento maternos durante el embarazo.
El correcto funcionamiento de un organismo y de los diferentes órganos requiere un equilibrio entre regiones del ADN que se expresan y regiones que se silencian. Cuando este equilibrio se rompe y se mantiene de forma persistente, aumenta la probabilidad de enfermedades como por ejemplo el cáncer. De hecho, las células cancerosas contienen un ADN con un patrón epigenético alterado (el patrón más estudiado es la metilación), que fomenta el crecimiento descontrolado de las células y da lugar a un tumor. También existen enfermedades hereditarias en las que ciertos genes con patrones epigenéticos alterados son la causa de las mismas (W. Watt. Gibbs, 2004b).
LA LEY DEL KARMA
La ley del karma se define como la ley de causa y efecto, y el karma como el resultado de las acciones que realizamos. A su vez, es la ley de la interdependencia, de que todo está relacionado. El karma positivo es el resultado de las acciones virtuosas, y el karma negativo resulta de las acciones no virtuosas. Al ser el karma la suma de las acciones positivas y negativas, la repetición de unas u otras hace que acumulemos karma en un sentido o en el otro de la balanza. El karma acumulado moldea la forma en la que percibimos e interpretamos la realidad, y de alguna manera traza los límites de lo que somos actualmente.
Hay dos tipos de acciones, o factores, que llevan a la acumulación de karma. El primero es la actividad del espíritu, como el pensamiento y la intención, y el segundo es la actividad física o verbal.
A veces se interpreta la ley del karma como una ley determinista que lleva a una aceptación pasiva de nuestro destino. Sin embargo, la teoría del karma no es en absoluto determinista, sino mucho más dinámica. De hecho, por negativos que nuestros actos hayan sido en el pasado, siempre existe la posibilidad de invertir los polos con acciones virtuosas. Por lo tanto, la teoría del karma implica los conceptos de posibilidad y responsabilidad; posibilidad porque los actos positivos tienen la virtud de compensar los patrones kármicos negativos y crear un karma positivo, y responsabilidad en nuestros pensamientos y actos pues estos tendrán un efecto acorde a la naturaleza de los mismos.
Si nuestras acciones crean karma, estas deben dejar huellas en algún lugar. Según el sistema budista, las acciones se almacenan en la conciencia arquetípica (en sánscrito Alaya-Vijnana). Así, el término Alaya-Vijnana se define como la conciencia primigenea donde se depositan todas las huellas kármicas y de donde parten los impulsos mentales (Lama Karta, 1997).
RELACIÓN ENTRE LA EPIGENÉTICA, LA LEY DEL KARMA Y EL I CHING
El I Ching está impregnado de la ley de causa y efecto. De hecho, el texto asociado a cada hexagrama indica cual sería el efecto de una acción concreta en un determinado momento. Desde este punto de vista, se puede considerar al I Ching como una guía precisa para generar acciones virtuosas, y con ellas, un buen karma que ilumine el camino hacia el desarrollo espiritual.
La genética afirma que la secuencia del ADN y su patrón epigenético contienen nuestra esencia, y, por lo tanto, la información que moldea la forma y funcionamiento de nuestro cuerpo, y a su vez genera pensamientos y emociones. Según los nuevos descubrimientos, la epigenética explica cómo nos relacionamos con nuestro entorno a nivel molecular, y cómo nuestras experiencias vitales tienen a su vez un efecto en nuestro material genético (Figura 5). Se podría decir que el resultado de nuestras acciones se acumula en nuestro ADN, que es a su vez la estructura física de donde surgen nuestros pensamientos, emociones y actos. Así, los cambios epigenéticos afectan la expresión génica en nuestras células (p.ej., neurotransmisores en el cerebro y hormonas en los órganos endocrinos) y, por lo tanto, la forma en la que interpretamos las nuevas situaciones a las que nos enfrentamos. Por así decirlo, modifican el color del cristal a través del cual observamos la realidad.
En la primera parte del artículo se han delineado las homologías entre la estructura del ADN y el I Ching. Si se considera ahora la ley del karma, se podría decir que el ADN representa la expresión física de la conciencia arquetípica o Alaya-Vijnana, pues, de hecho, es en el ADN donde se guardan nuestras experiencias en forma de cambios epigenéticos. Entonces, la epigenética podría representar una explicación científica del funcionamiento del I Ching y de la ley del karma.
Desde este marco conceptual, es posible que los pensamientos, emociones y actos virtuosos creen un patrón epigenético en el ADN asociado a un karma positivo y, por lo tanto, favorezcan la manifestación de nuestra naturaleza original. Por otro lado, las acciones no virtuosas podrían generar patrones epigenéticos asociados a un karma negativo que nos lleven al estancamiento y a la enfermedad.
Figura 5. Esquema simplificado sobre el posible efecto de nuestras acciones en el patrón epigenético del ADN. El patrón epigenético y el karma se modifican con pensamientos, emociones y actos, creando un nuevo patrón epigenético-karma acorde a la naturaleza de los mismos. Esto modifica la estructura del ADN para producir un cambio en la expresión génica y la síntesis de proteínas.
Como se ha explicado anteriormente, la ciencia ha demostrado que factores externos como la dieta modifican el patrón epigenético del ADN. El hexagrama 27 (“Las comisuras de la boca”) nos indica cuál es la actitud correcta frente a la nutrición. En términos más amplios, nutrición es todo lo que entra en nuestro ser, ya sea alimento físico, emocional o mental. Este hexagrama nos indica que prestemos atención a las influencias externas, y que desarrollemos estabilidad y una alta dosis de flexibilidad para asimilar el alimento de manera adecuada. Quizás, el I Ching nos esté indicando el modo correcto de relacionarnos con el medio externo y así crear un patrón epigenético en el ADN que favorezca la armonía celular (o física), emocional y mental.
Es posible que los cambios epigenéticos que adquirimos de nuestros ancestros y los que acumulamos durante la vida se transmitan a nuestra descendencia, lo cual podría representar una explicación del karma familiar. Así, podría ocurrir que las acciones y vivencias importantes de los antepasados crearan una huella epigénetica en ciertas regiones del ADN de las células germinales, que predispusiese a los descendientes a tener vivencias similares. Aunque hayamos heredado un karma negativo, el propio dinamismo de la ley del karma implica que existen posibilidades de compensarlo con acciones virtuosas. El hexagrama 18 del I Ching (Ku, “El trabajo en lo echado a perder”) presenta una guía para limpiar el karma ancestral negativo. Este hexagrama implica que el practicante ha de profundizar en la historia familiar con estabilidad física, emocional y espiritual, que internamente ha de tener actitud positiva y alegría que se derivan de saber que el cambio es posible y, por último, energía creativa para hallar la forma de compensar el desequilibrio heredado y crear un nuevo precedente.
El descubrimiento de la epigenética hace que la luz de la ciencia externa comience a reconocer lo que las filosofías orientales han estudiado desde hace siglos, la ley de causa y efecto. Como su excelencia el Dalai Lama ha afirmado en varias ocasiones, si la ciencia moderna demuestra que alguno de los principios del budismo no es cierto, entonces el budismo tendrá que cambiar consecuentemente. Hasta la fecha, lejos de demostrar que los conocimientos obtenidos mediante la ciencia interna son equivocados, los descubrimientos científicos los van confirmando lentamente. Quizás, este vínculo que se está estableciendo entre ciencia y espiritualidad anuncie la aparición de una ciencia integral, que englobe los métodos de experimentación interna y externa para una mejor y más profunda comprensión de la realidad.
Iñaki Martín Subero
Institute of Human Genetics
Agradecimientos: Quisiera expresar mi más profundo agradecimiento a la fuerza creativa, para que nos muestre el camino de la integración en un mundo fragmentado. Gracias a Juan Li, cuya vida y enseñanzas son una fuente continua de inspiración y sabiduría.
Fuentes bibliográficas:
- Gunther Stent. The Coming of the Golden Age. Natural history press, New York, 1969.
- Martin Schönberger. The I Ching & The Genetic Code. The hidden key to life. ASI publishers, New York, 1979.
- Johnson F. Yan. DNA and the I Ching. The Tao of Life. North Atlantic Books, Berkeley, 1991.
- Richard Wilhelm/Cary F. Baynes. The I Ching or Book of Changes. Princeton University Press, Princeton, New Yersey, 1967. (en castellano “I Ching, el libro de las mutaciones”, Ediciones Edhasa, 1977).
- Watt Gibbs. El genoma oculto. Investigación y ciencia, Enero de 2004(a).
- Watt Gibbs. El nacimiento de la epigenética. Investigación y ciencia, Abril de 2004(b).
- Lama Karta. Introducción al budismo.Ediciones Apóstrofe, Barcelona, 1997.